Decía el filósofo y pensador español José Ortega y Gasset: "Yo soy yo y mi circunstancia". Si el catedrático de Metafísica resucitara hoy, se llevaría las manos a la cabeza, o quizá se volvería inmediatamente a la tumba donde resposan sus restos, viendo cómo están las cosas. Primero porque el super-yo se ha apoderado del yo y los humanos han perdido el hábito de ponerse en el lugar del otro. Y porque las circunstancias mandan más que el propio yo, o el super-yo.
La crisis económica, acompañada de la crisis de valores y de ideas, ha despojado al humano de su afán de trascendencia, que no hace más que mirarse el ombligo, tratar de comprarse la última tableta del mercado y, aspirar, en suma, a un "carpe diem" de lo más pedestre y antisentimental.
A la vista de las circunstancias orteguianas, que no sé si acompañan o no al yo, me pregunto si no sería saludable repasar fragmentos del Apocalipsis bíblico. La amenaza de holocausto nuclear de Japón, los afanes de libertad de los pueblos árabes rebelándose contra los sátrapas que les han esquilmado y la crisis absoluta económica y de valores que encaminan a la sociedad del bienestar a la sociedad del malestar, son indicios probables de que podría haber un final de los tiempos.
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